El público agradeció con su aplausos el buen montaje ofrecido el Viernes en el Teatro Auditorio.
Concha Velasco es una actriz que siempre deja huella en su público. El viernes en el Teatro Auditorio de Roquetas de Mar estuvo simplemente sensacional con un papel que borda al reencarnarse en la maldita Hécuba, donde hay momentos de gran dramatismo, sobre todo cuando se producen la muerte violenta de sus hijos. El estreno en Mérida el año pasado fue un éxito y tuvo una excelente crítica por parte de la prensa especializada y sobre todo por su público.
Esta anciana, esposa de rey y madre de hombres destinados a ser reyes, termina siendo esclava y contemplando la desolación de la arrasada Troya tras la guerra con los griegos en la que murieron sus hijos, lo que le provoca un inmortal y perpetuo dolor. Este el argumento de esta obra que escribió Eurípides en el año 424 antes de Cristo y que bajo la dirección de José Carlos Plaza, volvió a causar sensación en Roquetas de Mar.
La vallisoletana, que era la primera vez que en sus más de 60 años sobre los escenarios representa una tragedia clásica, estuvo acompañada en el escenario por once actores, entre los que se encuentran José Pedro Carrión, Juan Gea y Pilar Bayona-, así como por dieciséis figurantes. Todos supieron reflejar con fidelidad la situación que atraviesa un ser humano cuando se le lleva al límite y al que, por eso, no se le puede pedir responsabilidades, aunque llegue a perder su dignidad.
Impresiona la caracterización de Concha Velasco que además muestra un excelente trabajo de maquillaje sobre el escenario. La actriz acostumbrada a hacer diferentes personajes en el cine realiza un trabajo magnífico, mostrando su capacidad interpretativa. Los gestos de Concha Velasco lo dicen todo en esta obra donde la figura principal es Hécuba. El elenco de actores brilla en la obra, aunque la reina de la escena es Concha Velasco.
La escenografía es un regalo para contextualizar esa playa de Tracia donde Hécuba y las mujeres troyanas lloran por sus seres perdidos y por su condición de esclavas tras ganar los griegos la guerra de Troya.