Cotidiana, sencilla y de usos múltiples es la sala donde anoche el fotógrafo israelí, Ilan Wolff, habló sobre su vida y obra. Los tres adjetivos que describen el salón de actos de la biblioteca de Roquetas de Mar pueden aplicarse a las latas con las que este mago de la fotografía lleva a cabo sus proyectos.

Wolff trabaja con la “cámara estenopeica”, el primero en usar este método fue Leonardo Da Vinci. El autor coloca dentro de las latas, que usa como cámaras, un papel fotosensible y hace un agujero por el que entrará la luz, después lo tapa con un adhesivo. Para tomar la fotografía solo tiene que despegar el adhesivo y esperar unos segundos, horas o incluso todo un día,  explicó a lo largo del coloquio.

Hijo de inmigrantes alemanes a Palestina, sus comienzos fueron con una cámara de 1938 que su padre traía desde Europa. Wolff se presentó con esta máquina en la escuela de fotografía casi 40 años después y aunque a él le parecía óptima su profesor le preguntó: “¿de qué museo la has robado?”, contó entre risas que contagió a los presentes. Como primer trabajo de clase hicieron una cámara oscuro con una caja de zapatos y desde entonces supo que ese era su camino.

 

Llegó el momento de proyectar sus obras y dejar a los asistentes atónitos, pensativos o encandilados porque el arte mueve y remueve. El Golden Gate arqueado como en una “colina” o cabo de gata en un “badén”, el mago desveló el truco, que la imagen fuera cóncava o convexa dependía de la inclinación de la lata a la hora de tomar la foto.

Cada fotografía era también un mapa de ruta de los lugares donde el artista había vivido, ilustraciones que le servían para explicar sus experimentos. En Ámsterdam construyó cajas de madera que hacían de estenopeicas, las desmontaba y las imágenes quedaban en la madera, así trabajó con diferentes texturas, como la seda. Después en su etapa por París transformó todo el estudio en una caja oscura. Dijo que en esas imágenes parisinas había tres planos de realidad, el primero la imagen de los edificios, el segundo el fotograma de los objetos del interior del estudio y el tercero sus escritos sobre el papel.

Los fotogramas son imágenes directas de los objetos sin que intervenga nada más que la luz y el papel, “estoy muy interesado en esto”, dijo Wolff. Pero él no pensaba en objetos, sino en elementos, en los 4 elementos que componen la naturaleza: aire, agua, fuego y tierra. Sonriente, natural y cercano dijo cómo había conseguido captar la energía. Tomó un gran recipiente, porque este hombre piense muy a lo grande y en gran formato lo expresa, lo llenó de globos, lo iluminó y el espacio que entre ellos quedaba era el aire. Para el agua dejó derretir un bloque de hielo durante una hora sobre el papel fotosensible, después un poco de luz y listo: fotograma del agua.

Los elementos más complicados fueron el fuego y la tierra, para el primero puso una plancha de acero al rojo vivo y la acercó a un papel fotosensible, el calor hizo el fotograma, surgió una nueva técnica que bautizó como Calorigrama. Por último explicó que la tierra, las piedras no tenían matices, así que aplicó calor al mármol o granito “hacía infusiones” en sus palabras, para obtener las imágenes.

“La noche es mi laboratorio y la luna mi energía” dijo para ilustrar cómo con la luz de la luna creaba Lunagramas. Del mismo modo que en el laboratorio, en la naturaleza dispone los objetos o personas sobre el papel durante un tiempo determinado de exposición y, después aplica los químicos para revelarlos. El revelado se hace a mano porque usa gran formato 30×1,80 metros y necesita de todo un equipo de manera que “no existen bordes artificiales”, comentaba Wolff. En San Sebastián hizo el fotograma más grande del mundo con un equipo de 47 personas creó todo un espectáculo, como él dijo.

La asociación de fotografía Más de Luz quiso agradeció a Ilan Wolff su participación, lo hicieron socio de honor y le entregaron una placa con una pequeña cámara bromeó: “muchas gracias, es mi primera cámara”.

Canonistas, nikonistas, amantes del retoque, el HDR y los filtros, flipados de los píxeles después de escuchar y ver una pequeña parte de la obra de este artista comprendo que es el ojo del que mira el primer órgano ejecutor. Al genio le basta una caja de zapatos, una lata, una habitación, una furgoneta o un pimiento rojo, y le sobra todo lo anterior en una noche de luna.

TEXTO: Melanie Lupiañez | FOTOS: María José Poyatos