El alcalde presidió la Eucaristía en la que se realizó el tradicional lavado de pies a la imagen con agua del mar y que finalizó con un concierto de la banda de la Santa Cruz.

Por segundo año, el Señor del Puerto, el Santísimo Cristo del Mar, no pudo procesionar hasta la orilla del Mar Mediterráneo que le da nombre, pero no fue impedimento para que los vecinos de toda Roquetas de Mar mostrarán su veneración por la imagen, a la que pidieron que siguiera protegiendo la ciudad, y para que se realizara el tradicional y emocionante lavado de pies que marca el calendario religioso del municipio en el mes de agosto.

La Hermandad del Cristo del Mar preparó para ello una solemne Eucaristía que fue oficiada por Ginés García y el párroco del templo, Javier Yepes, y que estuvo presidida por el alcalde de Roquetas de Mar, Gabriel Amat, por su esposa y madrina del Cristo, María Pintor, y por un grupo de concejales de la corporación municipal, y representantes del cuerpo de la Guardia Civil.

Tal como expresó el sacerdote Ginés García, se celebraba el tercer día grande del verano en El Puerto, tras la Virgen del Carmen y Santa Ana, este año además en vísperas de la Asunción, festividad mariana que se celebra en toda España. Por ello, a pesar de no poder contar con la peculiar procesión, El Puerto se volcó con su Cristo, con el deseo de que el año que viene, los costaleros, vestidos de marineros, puedan volver a sacar a su Cristo.

Un día muy especial, como especial fue la misa, acompañada por el coro parroquial, que interpretó durante la Comunión el himno al Cristo del Mar, compuesto expresamente para el Señor del Puerto.

Al finalizar, los sacerdotes iniciaron el lavado de pies, con agua traída desde la playa de La Bajadilla, seguidos por el Alcalde y la madrina del Cristo, así como miembros de la hermandad.

Entró entonces en el templo la Banda de cornetas y tambores de la Santa Cruz, que realizó una ofrenda especial al Cristo. Desde el altar, ofrecieron un pequeño concierto a los asistentes, para después procesionar hasta la explanada exterior de la iglesia, la plaza Benedicto XVI, donde la celebración era anunciada a toda la ciudad por los cohetes. Un homenaje al Cristo del Mar que fue el broche de oro a la solemne celebración.