El Puerto de Roquetas vivió uno de sus días más emocionantes. La salida procesional del Cristo del Mar, pocos días después de la procesión de su abuela, Santa Ana, y su madre, la Virgen del Carmen, era esperada por cientos de personas que acudieron a las puertas de la Iglesia de San Joaquín y Santa Ana para recibir a su Señor. En el interior, la entrada de los costaleros vestidos de marineros, al son de los tambores de la banda Agrupación Musical Arroquia Martínez de Jódar, llenó de recogimiento el templo.
El trono del Cristo superaba el dintel de la parroquia sobre las 20.15 horas tras la primera ‘levantá’, realizada por la madrina del Cristo, María Pintor, «en honor a los que no están», les animó el capataz. Ya fuera, y tras una traca de cohetes, sería el turno del alcalde, Gabriel Amat, cuyo toque de campana sirvió para que la procesión enfilara su camino por las calles Armada Española, Marina Mercante y Avenida Faro Sabinar, engalanadas con banderas españolas en sus farolas.
Comenzó a anochecer en la estrechez de la calle Faro y la procesión, iluminada por la luna, se enfrentó al viento que llegaba del Mediterráneo. En el Castillo de Santa Ana le esperaba otra multitud de vecinos. Se acercaba el momento más esperado, cuando el trono paró frente al Faro y los costaleros bajaron al Crucificado del paso.
A hombros sobre las costaleras, el Cristo del Mar llegó hasta la playa. Allí, alzado sobre un pequeño escenario y mirando el golpear de las horas, la muchedumbre volvió a encogerse de emoción. El párroco de Nuestra Señora del Carmen de Aguadulce, Antonio Jesús Martín Acuyo, que presidió el cortejo, bendijo el agua con el que se lavarían los pies del Señor. Primero él mismo, seguido del también sacerdote Ginés García, la madrina, el alcalde, la teniente alcalde y diputada, Eloísa Cabrera, los concejales José Juan Rodríguez y Luis Miguel Carmona, el director de la banda, la camarera y el capataz.
De vuelta al paso, esta vez a hombros de los costaleros, la procesión continuó con una ‘levantá’ de Eloísa Cabrera. Poco a poco, el Cristo del Mar recorrió el camino de vuelta a su templo, acompañado en todo momento por vecinos del barrio. Especialmente emocionante fue la entrada en el templo de un Cristo que no se resistía a despedirse de su barrio. Un barrio que volvió a vibrar y a mostrar su devoción al Cristo del Mar con una impecable procesión.